13.1.14

ESCALERA TABICADA AL AIRE

1.- Replanteo
El replanteo de una escalera tabicada es la clave del éxito de su funcionamiento. La estabilidad de una estructura de fábrica depende de la correcta elección, composición y dimensionado de sus formas. No es tanto la resistencia del material de una bóveda como su forma y su relación dimensional con el resto de elementos de una estructura lo que posibilita la estabilidad del conjunto. El replanteo y puesta en obra de las formas diseñadas cobra por ello especial importancia en las estructuras de fábrica.
El primer replanteo de una escalera tabicada, en el que se marcan las líneas de terminado y gruesos de piso, es idéntico al de una escalera cualquiera. El oficial mancha con una traza de yeso el muro sobre el que ha de apoyar la fábrica para poder replantear sobre él. Sobre el yeso marca los terminados del arranque y cierre de la escalera; en función de estas dos cotas se calculan las medidas de huella y tabica.
Decididas éstas según los criterios tradicionales de proporción y empleando cinta métrica y nivel de burbuja se marca el terminado de los peldaños. Bajo la línea quebrada que resulta de este replanteo se marca una segunda línea, en la que se descuentan los gruesos de material necesarios. En función de acabado previsto descontaremos entre 3 y 5 cm.
Después de este replanteo se realiza el trazado de la curva del tablero en su encuentro con el muro, para lo que se emplea una regla flexible. En el caso de la escalera tabicada construida para este ejemplo, la traza se realizó partiendo del peldaño central, suponiendo que es aproximadamente allí donde el tablero estará más cerca del piso terminado. Se marcaron bajo él, perpendicularmente a la línea de máxima pendiente del tramo, los gruesos del tablero y, con base en ese punto, se trazó una línea cuya curvatura mínima vino dada por la distancia al peldaño en el arranque (doble, al menos, de la marcada bajo el escalón central) y en el desembarco (dónde la traza debía ser sensiblemente horizontal).
El oficial realizó la traza a sentimiento; como se verá más adelante, la curvatura marcada de este modo no difiere demasiado de la que correspondería a una definición geométrica precisa, asociada a las líneas de empuje teóricas.


2.- Geometría
En un trazado técnicamente correcto hubiéramos debido tener en cuenta las líneas de empuje teóricas. De este modo, lo idóneo hubiera sido marcar un antifunicular de cargas sobre la línea de máxima pendiente de la zanca, tal como se indica en la imagen. Para ello podríamos haber dibujado una catenaria, empleando una cuerda o una cadena, y después invertirla con respecto de la línea de máxima pendiente.
Dotar a esta catenaria invertida de una curvatura ideal hubiera implicado partir de un supuesto concreto formal (tramos rectos e inclinados) y de cargas sobre cada tramo (puntuales, repartidas, etc.), ya que son estos elementos los que modifican la escala vertical del funicular. Pero ni siquiera este complejo procedimiento sería en rigor necesario, ya que son muchas las curvaturas factibles; según demuestran los estudios sobre el comportamiento de fábricas (Heyman, 1995; Huerta, 2004), para garantizar la estabilidad del tablero es suficiente con que su sección pueda contener una línea de empujes razonable.
Si las trazas que cumplan estas condiciones son válidas, son los márgenes lógicos superior e inferior de este escalado vertical son los que realmente limitan el rango de curvas factibles. Una traza excesivamente plana sería poco recomendable, ya que podría conllevar el colapso de la estructura en el momento en que se produjeran en ella deformaciones mínimas. Un gran abombamiento debería estar recogido, a partir de cierto límite, por unos considerables hombros de relleno, lo cual conlleva el doble problema del sobrepeso innecesario del relleno y de la posible cabezada bajo el tablero.
Casi cualquier traza dentro de este rango de curvas constructivamente lógicas es factible. El albañil, como se ha dicho, marca la curva a sentimiento, sin entrar en excesivas complejidades matemáticas; su traza será correcta siempre y cuando no supere los límites antes marcados, cosa que solo hará por falta de experiencia o de intuición. Algunos manuales ofrecían reglas simples para facilitar el trazado de todo tipo de curvas, la más común de las cuales consistía en relacionar la longitud del tramo recto con la de la curva que necesitamos asociar a él. La idea consiste en que el oficial corte una vara a curvar, con medidas proporcionales al tramo recto: para nuestro ejemplo, una vez y un tercio la medida del tramo, por ejemplo.
El albañil que empleara este método podría utilizar esa vara como plantilla, ajustándola en los puntos de arranque y desembarco, para luego desplazarla verticalmente hasta que pasara por el punto mínimo marcado previamente y trazar la curva. El punto mínimo, según el procedimiento tradicional antes descrito, sería el correspondiente al peldaño central, aunque en pura teoría debería buscarse la huella más próxima al punto en que la línea de máxima pendiente y la curva son tangentes.
Pero tampoco esto es necesario, ya que este no es un procedimiento matemático, sino una aproximación que permite evitar los casos extremos y problemáticos a los que se ha hecho referencia en el párrafo anterior.
En un replanteo de este tipo sólo se marcan las curvas exteriores A’A, AB, BC, CD, DD’; es decir, las que están en contacto con el muro. No se instalan camones ni cerchas en las curvas A’C ni C’D’, necesariamente diferentes a AB y a CD, ni se realiza para ellas replanteo en el aire de ningún tipo. Como se verá más adelante, el albañil cuenta sólo con tres líneas; su habilidad consiste en ejecutar una superficie que las contenga.
El tablero que vamos a construir es una superficie no reglada. Podríamos estimar que, en el primer tramo, las líneas generadas en cortes verticales paralelos a AB pertenecen a una familia de curvas semejantes, que se aproximan a A’C apoyándose en AA’ y BC. Esto implica que podremos encontrar una única línea recta dentro de cada tramo; la que corresponde al arranque de la primera A’A y al desembarco de la segunda DD’.
Será imposible encontrar cualquier otra recta contenida en el tablero, ya que CB es curva, como también lo serán todas las contenidas en cortes verticales paralelos a CB. Lo mismo sucederá con el segundo tramo; DD’ es recta, pero CC’, contenida en A’C, es curva.


3.- Materiales
El oficial empleó en este caso una rasilla de 20x10x2,5 cm. Se trata de un material manejable, muy ligero, que se utilizó aquí en las dos roscas previstas (y no tres, como solía hacerse). La rasilla sale del horno con una ligera curvatura, que el oficial aprovecha en la ejecución del tablero. Para el peldañeado y los rellenos se utilizó también ladrillo hueco doble 24x12x9 cm.
La rasilla que se coloca en la primera rosca no se humedece, ya que su empleo en seco facilita el pegado rápido del yeso sobre ella. Tampoco se humedece el muro de soporte, por el mismo motivo. La rasilla que se utiliza en la segunda rosca sí que se humedece al modo tradicional, para permitir mejor cohesión entre ladrillo y mortero.
Para tabicar un tablero de este tipo se emplea yeso grueso, nunca controlado.
Se amasa al modo tradicional, vertiendo poco a poco varias almorzadas de yeso sobre agua limpia en una artesa o un esportón, hasta que el yeso cubra el agua, sin remover en ningún momento la mezcla. El oficial bate con el paletín tan solo la cantidad necesaria para untar cada pieza; de este modo, dispone siempre del yeso con la untuosidad precisa y consigue que éste no fragüe antes de
tiempo.

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